Gen desactivado vuelve a los ratones inmunes al miedo
Científicos norteamericanos descubren que la inhibición en ratones de cierto gen, produce roedores sin miedo. A pesar de que a uno se le hiela la sangre imaginando posibles usos militares, lo cierto es que este descubrimiento podría abrir nuevas vías de investigación en humanos para combatir fobias y desórdenes de ansiedad.
La investigación descubrió que los ratones a los que les falta un gen activo en la proteína estatmina no sólo tienen más coraje, sino que también aprenden de forma más lenta las respuestas al miedo asociadas a los estímulos del dolor, tal y como comentó el genetista Gleb Shumyatsky, de la Universidad Rutgers en New Jersey, EE.UU.
En los experimentos, los ratones a los que les faltaba estatmina vagaban hacia el centro de una caja abierta, desafiando el instinto normal de los ratones de esconderse pegándose a los laterales de las paredes de la caja para prevenir a potenciales predadores.
Y para comprobar si habían aprendido lo que era el miedo, se expuso a los ratones a sonidos estrepitosos seguidos de una breve descarga eléctrica en el suelo que había bajo ellos. Unos días más tarde, los ratones normales se quedaban inmóviles en cuanto oían de nuevo el sonido. Los ratones a los que les faltaba la estatmina apenas reaccionaban a los sonidos.
Respuestas neuronales
Tanto en ratones como en humanos, el área de la amígdala del cerebro actúa como un centro de control sobre los impulsos básicos del miedo. La estatmina se encuentra casi exclusivamente en este área del cerebro y en las relacionadas con ella.
La proteína es conocida por desestabilizar las estructuras microtubulares que ayudan a mantener las conexiones entre las neuronas. Esto permite a las neuronas establecer nuevas conexiones, lo cual ayuda al animal a aprender y procesar las experiencias del miedo, dice Shumyatsky. Sin ella, las respuestas neuronales se ven afectadas.
La falta de esta proteína no parece afectar a otras experiencias del aprendizaje, ya que ambos grupos de ratones fueron capaces de memorizar, con similar éxito, rutas a través de laberintos. “Esta es una buena señal para una eventual aplicación clínica que pudiera permitir a las personas enfrentarse con sus miedos de un modo completamente distinto”, dijo Shumyatsky.
En el año 2002, Shumyatsky y sus colegas publicaron un estudio sobre un gen similar codificado por una proteína llamada GRP. Pero esta proteína parece estar asociada sólo con el miedo aprendido, y podría por ello tener implicaciones clínicas únicamente en condiciones tales como los desórdenes por estrés postraumático.
La estatmina, sin embargo, parece afectar tanto al miedo aprendido como al innato, lo cual podría conducir a tratamientos contra un abanico mucho más amplio de fobias y desórdenes de ansiedad, comentó Shumyatsky.
Fuente: New Scientist
Traducción: Astroseti