Un reciente estudio realizado por científicos de la Universidad de California en Berkeley y publicado en la revista Journal of Neuroscience destaca que al igual que las ratas, las mariposas y las polillas, por ejemplo, los humanos, también segregan un olor que afecta al sexo opuesto.
Parece ser que la culpa la tiene la androstadienona, feromona que se encuentra en el sudor de los hombres y, como aditivo, en numerosos perfumes y lociones, bastan para incrementar los niveles de cortisol, una hormona relacionada con el estrés y también con el estímulo sexual en las mujeres.
Esta es la primera vez que alguien ha demostrado que se puede inducir un cambio en el nivel hormonal de las mujeres al inhalar un componente identificado del olor masculino. Sin embargo, y en contra de lo que prometen las compañías fabricantes de perfumes, no hay pruebas de que los humanos respondan al olor de esta sustancia o de otro componente químico de manera similar a como lo hacen otros mamíferos, ya que el órgano en la nariz capaz de detectar las feromonas es muy rudimentario en los humanos y no tiene conexión nerviosa con el cerebro.
El descubrimiento podría ayudar, entre otras cosas, a incrementar los niveles de cortisol en pacientes con enfermedades caracterizadas por los bajos niveles de esta sustancia, como por ejemplo, el mal de Addison.
Fuente: EFE
Químicos de la Universidad de Yale han hecho lo que la Madre Naturaleza eligió no hacer, ensamblar una molécula similar a las proteínas sin utilizar «los ladrillos» básicos que utiliza la naturaleza, según un informe publicado por la Journal of the American Chemical Society.
La naturaleza usa bases de alfa-aminoácidos para ensamblar las proteínas que hacen que la vida sea posible tal y como la conocemos, pero estos científicos, han determinado que la naturaleza podría haber utilizado distintos ladrillos, beta-aminoácidos (los cuales tienen el grupo amino unido al carbono 2 en vez de al carbono 1 como los alfa, contando a partir del grupo carboxilo), demostrando además que los péptidos que se ensamblan a partir de los beta-aminoácidos pueden acoplarse en estructuras de la misma forma que las proteínas naturales.
Esta capacidad de imitar proteínas naturales hace de los beta-péptidos una nueva y potente herramienta para la investigación básica y el descubrimiento de medicinas, y en un futuro próximo diseñar beta-péptidos que mejoren el rendimiento de las actuales medicinas de proteínas.
Hasta la fecha, crear una estructura que mimetice el gran tamaño y la compleja estructura replegada de una proteína natural había sido un objetivo muy difícil de lograr, pero el equipo de la Universidad de Yale resolvió el dilema diseñando una molécula que se podía formar usando características encontradas en las proteínas naturales, un interior graso que repele el agua y un exterior hidrófilo, con afinidad por esta (en la imagen).
Fuente: Astroseti